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¿Sabes quién fue Contardo Ferrini? 

Por Lamberto de Echeverría

Laico, de la Tercera Orden Franciscana, estudioso y catedrático de derecho romano en las universidades de Pavla, Mesina y Módena. Nació en Milán el 4 de abril de 1859 y murió en Suna de Verbania (Lago Maggiore) el 17 de octubre de 1902. Lo beatificó Pío XII en 1947, y está sepultado en la capilla de la Universidad Católica de Milán, como modelo de catedrático católico.

Nació en una familia cristiana, sus padres fueron Rinaldo Ferrini y Luigia Buccellati. Contardo fue un alumno sobresaliente, de memoria prodigiosa, hábil versificador, inteligencia agudísima para captar las cosas más abstractas. Aprendió hebreo, siríaco, sánscrito y el copto. Esta preparación llevaba cuando a los diecisiete años acudía a la Universidad de Pavia, en 1876, para emprender la carrera de Derecho.

En el verano de 1881 hizo voto de castidad y murió soltero y fiel al voto.

Su carrera científica fue impresionante. Prefirió los estudios difíciles y por influencia de su tío, el abate Buccellati, que enseñaba derecho penal, tuvo esta ciencia sus preferencias. Su tesis doctoral versó sobre la importancia de Homero y Hesíodo en la historia del derecho penal. Le concedieron una beca, con la que pudo proseguir sus estudios en Berlín. El Papa Pío XII destacó, en el discurso pronunciado con motivo de su beatificación, lo que para Contardo supuso el contacto con los grandes pandectistas alemanes. La ciencia germana del derecho romano alcanzaba entonces su más alta cúspide: Mommsen, Voigt y Pernice se dieron cuenta de la extraordinaria capacidad de aquel joven italiano y le ayudaron. Es curioso que fuese un luterano, von Lingenthal, el que más íntimamente influyera sobre él en el aspecto científico.

En 1881 emprende una edición crítica de la paráfrasis griega de las instituciones de Justiniano atribuida a Teófilo, para la que hubo de buscar manuscritos en Copenhague, París, Roma, Florencia y Turín. Y en octubre de 1883, a los veinticuatro años, se encarga en la Universidad de Pavía de la cátedra de exégesis de las fuentes del derecho y de un curso de historia del derecho penal romano. Iniciaba así sus tareas docentes. En 1887 pasa a enseñar a Mesina, y en 1890 a Módena. Por fin, en 1894, volvía a su amada Facultad de Pavía, en la que había de perseverar hasta la muerte.

Hizo de su consagración al estudio y a la enseñanza un verdadero sacerdocio. Al principio sus clases eran pesadas, llenas de referencias y citas. Con el tiempo fueron aclarándose y simplificándose, hasta llegar a ser verdaderamente modelos de pedagogía. Los alumnos sabían que podían contar con él a todas las horas, seguros de encontrar siempre un consejero leal y un profesor amigo de ayudarles. Independientemente del cumplimiento escrupuloso de sus deberes de catedrático, llevó toda su vida en lo más íntimo de su corazón un apasionado amor a la investigación científica. En veinte años publicó cerca de doscientos trabajos. Pero no se trataba de fáciles improvisaciones, ni de escritos ligeros de vulgarización.

Aún hoy tropezamos con su nombre, después de tantos descubrimientos y de tantos avances en el derecho romano, en las monografías y estudios que actualmente se publican. Algunas de sus obras pueden considerarse verdaderamente definitivas. Son el fruto de larguísimas horas de trabajo, de una vida de recogimiento y de laboriosidad.

Ocasiones hubo, sin embargo, en que debió salir de su aislamiento. Así, por ejemplo, en 1895, fue elegido concejal del Ayuntamiento de Milán. Y en verdad que sus contemporáneos hubieron de reconocer que su actuación resultaba ejemplar. Supo luchar como bueno en los difíciles problemas planteados en aquel tiempo contra el divorcio, por la salvación de la infancia abandonada. Pero en este mismo terreno de la política se mostró fiel hijo de la iglesia. Eran tiempos verdaderamente difíciles, en que católicos de buenísima voluntad resbalaron a veces. Contardo se mantuvo siempre fiel a las directivas pontificias.

Así hasta el 17 de octubre de 1902. Una fiebre tifoidea le llevó rápidamente al sepulcro en Suma (Novara). La fama de santidad le rodeó muy pronto. Su causa fue introducida en 1924, y en 1947 Pío XII realizaba uno de los deseos más queridos de su antecesor en el solio pontificio: su solemne beatificación.  Su tumba se encuentra hoy en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, de Milán.

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